La primavera y yo somos amigas.

 

Hay algo incómodo en la primavera de lo que la gente no habla.

Fantaseamos con flores abiertas de piernas y polen en las mejillas como pecas nuevas. Soñamos con estrellas siendo más que deseos fugaces. Pensamos que un día nos despertamos adaptados al cambio, entendiendo que el frío nos abandonó como lo hicieron hasta las personas que más quisimos, pero no funciona así.

Nos comimos el cuento de que no hay un esfuerzo cada vez que nos deshacemos de los abrigos de piel y los miedos pesados del cuerpo. Como si no fuera difícil prepararnos para la felicidad, como si ella tan sólo apareciera en el umbral de nuestra puerta, sonriente y preparada para abrazarnos.

La primavera es la cacería de la alegría. Es la conquista de una mujer que sabe que vale mucho más que palabras vacías. Por eso el cambio es duro para corazones que se creen de piedra, inmunes al pasar de las estaciones. Sí, esas personas que se perciben muy por encima del planeta como para notar que todos funcionamos con la tierra en sintonía, buscando algún sinónimo de armonía.

La primavera es el amor que viene después del primer corazón roto. Es volver a confiar en que el mundo es bueno y que detrás de sus manos hay callos sensibles en vez de navajas frías. La primavera es desnudarse el alma cuando ya te despojaste de todo lo demás. La primavera es ser vulnerable y por eso la gente no la entiende.

La primavera es dura y arde. La primavera es el duelo y yo aún no terminé de llorar mis perdidas. La primavera no es frágil porque nadie podría hacer que todo renazca como ella. La primavera es bella porque detrás de ella hay esfuerzo, como cualquier otra cosa en la vida.

La primavera y yo nos hicimos amigas como dos chicas que se encontraron en terapia de grupo. Contamos nuestras historias y en nuestros ojos vimos reflejado el mismo brillo. Vimos talladas las mismas historias, escuchamos las mismas palabras, nos llegaron los mismos rumores. Nos volvieron escarcha las mismas manos que nos amaron.

Es que la gente no entiende, primavera, que vos y yo no somos pedacitos de cielo. Somos guerreras de la misma lucha. Somos vencedoras de las mismas nostalgias. Somos dueñas de las mismas heridas. Somos amantes de la misma vida. 

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